El acceso a y uso de probióticos está cada vez más extendido. No solo se venden como suplementos en las farmacias, sino que también lo vemos anunciado en variedad de productos como yogures, té kombucha, miso, kéfir, etc.
¿Qué son los probióticos?
Para aquellos que no sepan de lo que estoy hablando, los probióticos son microorganismos vivos que pueden, potencialmente, aportar beneficios para la salud de aquellos que los consumen. Según la Organización Mundial de Gastroenterología, estrictamente hablando, solo se les debería llamar probióticos a aquellos productos que han demostrado, en estudios, producir este efecto beneficioso.
En general, se supone que al introducir especies de bacterias beneficiosas para el organismo, nos podríamos beneficiar de, por ejemplo, menor incidencia de diarrea tras el uso de antibióticos, ya que éstos matarían tanto a las bacterias dañinas como a las «buenas» que tenemos en el intestino. Sobre el papel tiene sentido, pero en la realidad no ha habido tanto éxito aplicándolo.
Por ejemplo, hay multitud de estudios que no han encontrado un efecto consistente tras el consumo de yogur para prevenir la diarrea asociada al consumo de antibióticos, e incluso en algunos casos personas suplementadas con probióticos presentaban un retraso en la recuperación de la flora intestinal tras el uso de antibióticos, comparados con aquellos que tomaron un placebo.
Curiosamente, lo que sí que demostró tener un efecto positivo fue el transplante fecal autólogo, que es básicamente la reintroducción de las heces del paciente en sí mismo.
También se ha sugerido que los probióticos estimulan, modulan y regulan la respuesta inmunitaria del huésped y que podrían jugar un papel importante en la regulación de la inflamación en enfermedades inflamatorias intestinales. Incluso jugarían un papel importante en la dermatitis atópica.
¿Todo es bueno en los probióticos?
Sin embargo, existen varios «problemillas» con los probióticos. Para empezar, al ser un suplemento alimentario, no está regulado de la misma manera que los medicamentos, con lo que podría contener especies de bacterias que «no nos interesan» y que podrían ser dañinas. También ha habido casos en los que los efectos asociados a estos «suplementos» o probióticos no han podido demostrarse cuando se le ha pedido a la compañía en cuestión que presente los hallazgos o las pruebas que demuestran que en realidad sí que se produce un efecto beneficioso. Este es el caso de un yogur bebible muy famoso que sale por la tele. También existe el problema de que el probiótico tiene que atravesar en estómago, con sus ácidos gástricos correspondientes, con lo que las cepas tienen que estar protegidas de tal manera que consigan llegar al intestino. Y luego, una vez allí, tienen que sobrevivir y colonizarlo.
La flora intestinal es muy personal, y cada uno tenemos diferentes microorganismos que pueden responder de manera distinta a la suplementación con probióticos. Sí que es un área que promete y que creo que va a tener mucha importancia en los próximos años, aunque los datos parecen apuntar a que los probióticos deberán ser diseñados de forma personal, y que no va a ser algo de que «un probiótico nos vale a todos para todo». También los transplantes fecales (que ya se realizan en España) están cobrando más importancia, ya que en vez de introducir un número limitado de especies, estamos introduciendo un ecosistema completo.
También mencionar que aunque sí que se ha demostrado su eficacia en casos aislados, existen muchos suplementos (incluso los que se venden en farmacia) que no tienen eficacia probada. Hay que informarse y consultar a expertos si nos si se diera el caso de necesitar probióticos.
Lo cierto es que se necesitan muchos más estudios para conocer qué bacterias, qué cepas dentro de esas bacterias, en qué cantidades, durante cuando tiempo y para qué condiciones/enfermedades los deberíamos tomar. Y, aunque el consejo general solía ser «bueno, tómatelo, daño no te va a hacer y a lo mejor te va bien», cada vez hay más evidencia disponible de que no es cierto y sí podría tener un efecto nocivo.
Y como nota final, presentaros a los postbióticos, que también puede que jueguen un papel importante en los próximos años.
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